La Informática es una compleja disciplina que puede considerarse como una de las grandes culminaciones de la Humanidad y cuyas posibilidades aún no se han agotado. Sus aplicaciones en el campo de la genética han culminado en la codificación del genoma humano y, en su fusión con la Biología, la Bioinformática posee un potencial extraordinario que facilita el descubrir las funciones de las proteínas y que permite la extracción de información de grandes bases de datos para correlacionar secuencias de ADN a una velocidad inusitada.esenciales ‘Informática’ es un neologismo acuñado por el francés Philippe Dreyfus en 1962 (INFORmación + autoMÁTICA) que hunde sus raíces en lo más profundo de las abstracciones creadas por la mente del hombre, y su evolución corre paralela a descubrimientos propios de otras muchas disciplinas, como el Álgebra, el Cálculo, la Lógica, la Biología, la Física y la Metafísica. Incluso la Religión también ha tenido su influencia.
Números y cuentas
El Egipto de los faraones poseía ya un sistema de numeración fraccional basado en el ojo de Horus, dios del Sol. Las fracciones se creaban combinando las secciones del ojo, de forma que cada sección poseía un valor distinto (figura 1). El ojo completo tenía por valor la unidad (en realidad valía 63/64 que se redondeaba a 1).
Por otro lado, en Mesopotamia, los sumerios utilizaban para contar las falanges de los dedos de una mano, exceptuando el pulgar. Si se contaban todas estas falanges (un total de doce), se extendía un dedo de la otra mano; así cinco dedos equivalían a cinco veces doce, esto es 60 (sistema sexagesimal). Además fueron los creadores del primer asistente de cálculo de la historia, el ábax o ábaq (del semita abhaq, polvo), predecesor del ábaco, que consistía en una superficie plana con surcos de polvo donde se depositaban guijarros. El diseño del ábaco actual tiene sus orígenes en oriente y se cree que fue empleado por primera vez en China (3000 a.C.) donde, al igual que en Japón, se sigue utilizando en la actualidad.
Figura 1. El ojo de Horus
Y se hizo la oscuridad durante mil años
Desde el final del apogeo griego, las ciencias entraron en un periodo progresivo de oscurantismo hasta el final de la Edad Media y principios del Renacimiento. Por suerte, la expansión de la cultura islámica hizo grandes aportaciones al mundo de los números y al conocimiento en general, como las del matemático y astrónomo musulmán Al-Khwarizmi (~780-~850) considerado el padre del álgebra e introductor del sistema decimal en occidente. Trabajó en La casa de la sabiduría de Bagdad (Bayt al-Hikma, comparada con la biblioteca de Alenjandría) y debemos a su nombre y al de su obra principal, «Ilm Al-jabr Wa’l Mugabalab», nuestras palabras álgebra, guarismo y algoritmo. Las dificultades que representaban los cálculos con los números romanos hicieron que la notación árabe fuera tomando más y más fuerza a lo largo del tiempo. Sus trabajos fueron continuados por el algebrista egipcio Abu Kamil y éstos, a su vez, fueron utilizados posteriormente por Fibonacci (matemático del siglo XII referido en el best seller «El código da Vinci»).
Figura 2. Discos concéntricos de Ramón Lull.
Renacimiento y empuje del comercio
Los primeros bocetos de una calculadora mecánica (denominada codex) fueron obra de Leonardo Da Vinci, y se datan aproximadamente en el año 1500.
En 1614, el matemático escocés John Napier, da a conocer los logaritmos o números artificiales. Sus tablas logarítmicas —en forma de ábaco neperiano— simplificaron la realización manual de los cálculos aritméticos (las multiplicaciones y divisiones se reducían a simples sumas y restas) y permitieron realizar otros que, sin su invención, habrían sido casi imposibles.
El empuje protagonizado por el comercio a partir del siglo XV hizo que salieran a la luz las primeras calculadoras mecánicas, como el reloj de cálculo creado en 1623 por el alemán Wilhelm Schickard, capaz de realizar las cuatro operaciones aritméticas con muy poca intervención manual pero con escasa fiabilidad debido a sus carencias mecánicas, al igual que otras máquinas predecesoras. La Pascalina supuso un punto de inflexión pues demostró de manera general su eficacia. Fue inventada por Blaise Pascal en 1642, a los 19 años, para ayudar a su padre en la contabilidad de la Hacienda Francesa (figura 3). En 1672, Gottfried Wilhelm von Leibniz modificó la Pascalina para que pudiera hacer productos y divisiones.
Figura 3. La Pascalina de Blaise Pascal
Autómatas
El francés Jacques de Vaucanson (1709-1782) construyó un increíble pato mecánico que fue la admiración de toda Europa. En 1868 se describe a este pato como la pieza mecánica más maravillosa que se haya hecho (figura 4). El pato alargaba su cuello para tomar el grano, lo tragaba y lo digería por disolución conduciéndolo hacia el ano, donde había un esfínter que permitía evacuarlo; también graznaba y chapoteaba en el agua.
Figura 4. Autómata de Vaucanson
Preludio de la computación
Uno de los grandes promotores de las Ciencias de la Computación fue el inglés Charles Babbage quien propuso a la Real Academia Británica de Astronomía un modelo de artefacto mecánico que podía resolver ecuaciones polinómicas mediante diferencias sucesivas: la Máquina Diferencial. Por desgracia su fabricación se canceló en 1834 pero, curiosamente, fue parcialmente construida en 1991 por encargo del museo Británico de la Ciencia, lo que demostró su viabilidad (figura 5).
Dispositivos de entrada y salida
De poco sirve una máquina de cómputo si no dispone de mecanismos para introducir datos y visualizar resultados. La disposición de los caracteres en un teclado QWERTY fue diseñada por Chistopher Sholes en 1868, y está pensada para que sea difícil escribir rápido, porque si se pulsaban dos teclas muy seguidas, los martillos impresores chocaban entre sí, y la máquina se atascaba; la disposición QWERTY, además, está diseñada para minimizar atascos mediante una distribución estadística de las letras (figura 6).
Figura 6. Máquina de escribir de Sholes
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